Obras completas (y otros cuentos) by Augusto Monterroso

Obras completas (y otros cuentos) by Augusto Monterroso

autor:Augusto Monterroso [Monterroso, Augusto]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Sátira, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1959-01-01T00:00:00+00:00


El dinosaurio

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

Leopoldo (sus trabajos)

Ufanamente, casi con orgullo, Leopoldo Ralón empujó la puerta giratoria y efectuó por enésima vez su triunfal entrada en la biblioteca. Recorrió las mesas, con un amplio y cansado vistazo, en busca de un lugar cómodo y tranquilo; saludó a dos o tres conocidos con su resignado gesto habitual de «pues bien, aquí me tienen de nuevo en la tarea», y avanzó sin prisa, seguro de sí mismo, abriéndose paso por medio de repetidos «con permiso, con permiso», que sus labios no pronunciaban, pero que eran fáciles de adivinar en su expresión amable y conciliadora. Tuvo la fortuna de encontrar su lugar preferido. Le gustaba sentarse frente a la puerta de calle, lo que le ofrecía la oportunidad de hacer un descanso en sus fatigosas investigaciones cada vez que entraba una persona. Cuando ésta era del género femenino, Leopoldo dejaba momentáneamente el libro y se dedicaba a observarla con su penetración de costumbre, con esa mirada llena del brillo que da la inteligencia alerta. A Leopoldo le gustaban los cuerpos bien formados; pero no era éste el principal motivo de su observación. Lo movían razones literarias. Está bien leer mucho, estudiar con ahínco, se decía con frecuencia: pero observar a las personas le sirve más a un escritor que la lectura de los mejores libros. El autor que se olvide de esto está perdido. La cantina, la calle, las oficinas públicas, rebosan de estímulos literarios. Se podría por ejemplo, escribir un cuento sobre la forma que tienen algunas personas de llegar a una biblioteca, o sobre su modo de pedir un libro, o sobre la manera de sentarse de algunas mujeres. Estaba convencido de que podía escribirse un cuento sobre cualquier cosa. Había descubierto (y tomado certeras notas sobre ello) que los mejores cuentos, y aun las mejores novelas, están basados en hechos triviales, en acontecimientos cotidianos y sin importancia aparente. El estilo, cierta gracia para hacer resaltar los detalles, lo era todo. La obra superaba a la materia. No cabía duda, el mejor escritor era el que de un asunto baladí hacía una obra maestra, un objeto de arte perdurable. «El escritor —dijo una tarde en el café— que más se parece a Dios, el más grande creador, es don Juan Valera: no dice absolutamente nada. De esa nada ha creado una docena de libros.» Lo había dicho por casualidad, casi sin sentirlo. Pero esta frase hizo reír a sus amigos y confirmó con ella su fama de ingenioso. Por su parte, Leopoldo tomó nota de aquellas memorables palabras y esperó la oportunidad para usarlas en un cuento.

Dejó sus papeles sobre la mesa. Una vez asegurado de que nadie se atrevería a usurpar sus derechos, se levantó y dirigió sus pasos hacia la bibliotecaria. Tomó una boleta. Extrajo con elegancia del bolsillo su fiel estilográfica y con su mejor letra, con lentitud cuidadosa, escribió: E-42-326. Katz, David. Animales y hombres. Leopoldo Ralón. Estudiante. 32 años.

Desde hacía ocho se venía quitando dos.



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